Ser inmortal

En las largas caminatas que compartimos juntos por Montevideo, pude ver varias veces a mi abuelo saludar con un gesto al cortejo que pasaba. El ritual era único. El iba siempre vestido de oscuro y jamás de negro. Se paraba en la vereda mirando a la calle, levantaba su sombrero y se lo volvía a poner. Yo, parada a su lado, me dejaba deslumbrar por las flores de las coronas o adivinaba un gesto triste detrás de los vidrios oscuros. Enseguida continuábamos el dialogo y la marcha. Como si nada hubiera pasado. Como si fuera cosa de todos los días. Siempre me gustó esa actitud simple. De respeto ante el igual caído, sin importar ni siquiera quien era. De temor a la gran dama. Hoy, la ciudad se saca el sombrero en gesto galante para saludar al poeta. Dudo que pueda ponérselo tan rápidamente, dudo que la vida siga tan rápido como en mis queridas caminatas. Ya no es Idea. Es cierto Mario, la avenida quedó definitivamente sin sus mejores arboles.

Comentarios

Zteps dijo…
me gusto la anecdota, parábola...
pero discrepo con el final.

Mario nos dio mucho para ponernos el sombrero y seguir caminando..

como parafraseaba un compañero de nube "navigare necesse, vivire non necesse" o algo similar.
Unknown dijo…
su ausencia ya se nota.