¡Dale campeón!



Y si. Ganó Danubio.
El cuadro me despierta simpatía.
Mucha.
Será que me acostumbre a verlo de chica, verlo o … escucharlo. En esas tardes de sol cuando papá se instalaba en mi cuarto con la vieja radio Spica .
O que son de La Curva y ese barrio me resulta amigo. Amigo de viejas épocas, de personajes que no viví y de historias que bien pueden pertenecer a mi imaginación. De tanto escuchar los cuentos…de las viejas épocas, de los viejos hinchas del club. De las fábricas de la zona. De las textiles. Lindo lugar. De otro mundo. De Uruguay trabajador, donde ser textil era un orgullo y te identificaba como grupo de pertenencia. Donde simplemente bastaba decir “soy tejedor” para que la gente entendiera. De Héctor y sus ideas. De varones de antes. Con otras ropas, con otros códigos.
Le veía al disfrute en la cara a mi padre cuando Danubio ganaba y otras veces con sabiduría de veterano se iba 5 minutos antes de que terminara el partido chiflando bajito cuando la mano venía mal.
O sino, cuando veíamos jugar Danubio-Nacional y me decía: “no grités los goles, eh?no grités los goles que para eso te traje al palco” y yo . . . no podía gritar. Seguro, pesaba más el dejarlo "pegado" con sus amigos.
Será que me divertía cuando alguno en el cuadro se ponía en plan egoísta y el apostaba al buen juego gritando con voz fuerte desde la tribuna "toooqueeee Danubio, toooqueee"
O que me despistaba en cada partido con un invento nuevo. Como el día que veo a su amigo (viejo hincha de ochenta años como él) llegar a la cancha de River con una maceta (sí, las de construcción) adentro de un disimulado morral de cuero. Con el morral al hombro. Como si no pesara. Y claro, como eran tan veteranos, ni siquiera los revisaban. Entramos a la cancha, papá y yo a la tribuna y el amigo al baño. Yo, con mi despiste clásico de fémina en cancha de fútbol, miraba las tribunas, los colores, la gente. De golpe, veo salir hinchas del baño de varones...pero...a razón de 20 o 30 adolescentes por minuto...Mientras miraba extrañada, papá me mira con cara entre cómplice y apenado mientras dice "yyy vos ves...los botijas no tienen para la entrada". Ahí no me di cuenta. Fue a la salida cuando vi el boquete en el baño de hombres, que daba a la calle.
O finalmente, será que el día que lo llevé a Capurro, cuando peleaban el Apertura 2001...me conmovió hasta el alma, porque tanto él como yo sabíamos sin decirlo que era la última vez que él iba a ver a Danubio consagrarse campeón. A la vuelta, lo fui a buscar a la puerta...y me dice "paaa ...si no te molesta... vamos en caravana hasta la Curva?"...y le dije que si, solo para verlo contento gritar bien fuerte todo el viaje... "dale campeón, dale campeón..."
Por esas cosas y alguna otra, desde mi lado más Bolso, desde mi mejor consecuencia tricolor no puedo dejar de festejar y saludar y alegrarme como loca cada vez que Danubio gana un partido.
Pero además, me guardo (porque sino no se cumple) una promesa que me hice desde hace mucho tiempo. Si sale, les cuento.
Salud campeón

Comentarios

Anónimo dijo…
Muy bueno, ya se lo mandé a un querido amigo danubiano, tan lejos y tan cerca.
jvr