Joder con la rutina

Me desperté temprano, justo antes de que sonara el despertador. Eso era una única señal: el viernes empezaba bien. El jueves había terminado bien. Me había acostado con la idea firme de que fuera como mínimo una jornada normal. Me comprometí a poner la cuota justa de buen humor para disfrutar el día. Un día a la vez, como participante de Alcohólicos Anónimos. El sol estaba como solo puede estar a principios de marzo, pleno y anunciando la llegada de la nueva estación. Saqué el auto y salí rumbo a Ciudad Vieja. En el trabajo ya la cosa cambió un poco. Una intenta, hace el esfuerzo, pero claro la llegada a la rutina de siempre desalienta. El desaliento aumenta cuando una sabe que eso no da para más y tironea, tironea del mismo carro con el cheque de fin de mes como zanahoria única. Pero bueno, yo seguía ahí entre ilusiones y desilusiones trabajando más sobre las segundas y tratando de no permitirme las primeras. Pasaron las ocho horas más largas del día y me fui a lo de mi amiga. Habíamos prometido juntarnos un rato, para charlar de otras cosas después de tanto examen de cálculo numérico no dado. Dejé el auto en la puerta de su casa. Lo cierto es que cuando vamos a salir veo el espejo roto. Joder! pensé, bien ganado lo tengo por reírme ayer de un compañero al que le pasó lo mismo (el lunes le cuento). Ley de la vida, solo que el boomerang fue de tiro corto. No importa, salimos para Ciudad Vieja (extraño caso el mío a las cuatro de la tarde no quiero más que huir de ahí, pero a la noche la encuentro encantadora) y la noche no nos defraudó. La luna quiso igualar al sol matinal y lo logró. El clima perfecto. Mi amiga pidió un cuba libre, yo un tequila. Compartimos un sándwich caliente y yo pedí otro tequila. Estaba bueno. Al tercer tequila, estaba en el punto exacto donde la gente frena. Estábamos contentas. Hacía mucho tiempo que no salíamos juntas y salir solo por estar juntas en sí, es un disfrute y un privilegio para ambas. Al quinto tequila, las penas del desamor eran las peores y nosotras unas diosas mil veces más lindas e inteligentes que cualquier fulana de esas con tatuajes al final de la espalda, pantalones a la cadera y figurita adolescente que anduviera en la vuelta. Ja! Nada que una buena dieta no pudiera solucionar. No llegamos a la película, no volvimos a ver felices a Arwen y Aragorn y la vuelta a lo de mi amiga no fue una tarea fácil. Dormimos hasta las ocho del sábado, cuando reaccioné me subí al auto, nos despedimos y volví a ver el sol de marzo sobre mi cabeza. Me gusta manejar, es casi como andar en bici. Aunque andar en bici es mil veces mejor, es el estado mayor de libertad que sentí siempre. Andar en bici un día de brisa ligera, con los brazos abiertos y por lo tanto el manillar suelto (una vez que me vio, mi amigo el Turco me dijo: "sin manos y sin dientes"). Si es posible, en una calle vacía y con muchos árboles para respirarlos profundo. Cuando estoy estacionando veo al gato que me eligió, agazapado en su pose mas instintiva mirando una paloma. Abro la puerta y al mismo tiempo como un fogonazo me cruza rumbo a su refugio, con la paloma entre los dientes dispuesto a desayunar como corresponde. Yo por el contrario prefiero un vaso de leche, con chocolate para el alma.

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